Balenciaga: la simplicidad del arquitecto de la alta costura (III)

Continuación de “Balenciaga: la simplicidad del arquitecto de la alta costura (II)”

París jugó un papel determinante para Balenciaga en este tipo de piezas. Y es que el genio guipuzcoano llegó a decir que en la capital gala se respiraba un ambiente especial para la moda, debido a los numerosos artesanos que había y los botones, flores, plumas y todo tipo de accesorios que podía conseguir de éstos.

Aunque parece que el tiempo se detiene a la entrada al museo, la visita continúa, llegando a la quinta sala, con protagonismo para los vestidos de novia.

En una primera época, en la década de los 40, Balenciaga muestra una clara tendencia historicista en sus creaciones, influenciado por la moda del Siglo XIX. Sin embargo, en los 50 apuesta por los trajes con cierto volumen en las faldas, y más ceñidos de cintura para arriba, mientras que en la década de los 60 sus creaciones son menos complejas, con menos adornos y de mayor simplicidad, recayendo el protagonismo directamente en la novia.

Vestido de novia en shantung de color marfil con magnífico bordado erudito en hilo metálico dorado, entorchado sobre alma de seda,

y aplicación de lentejuelas de color nacarado que dibujas motivos florales. Realizado para Sonsoles Díez de Rivera.

La última sala, la sexta, acoge los trabajos esenciales del modisto, esos por lo que fue considerado -y todavía hoy lo es- uno de los mayores creadores de la moda. Su apuesta por la perfección y coherencia, así como su dominio de la técnica, hicieron que fuera uno de los maestros más respetados de la alta costura.

Vestido en tafetán de seda fucsia y puntilla blanca, que perteneció a doña Sonsoles Díez e Rivera y de Icaza.

Su constante trabajo por crear y utilizar los mejores tejidos, su incansable labor por plasmar en sus piezas las técnicas más adecuadas, y su valentía a la hora de crear, así como su interés porque la mujer que fuera a lucir su vestido estuviera en todo momento elegante y cómoda, sirvieron para que Coco Chanel, por ejemplo, apuntara a Balenciaga como el único couturier del mundo, el único modisto capaz de diseñar, cortar, montar y coser el solo una pieza. Hubert de Givenchy dijo de él que era “el arquitecto de la alta costura”, y Christian Dior que era “el maestro de todos nosotros”.

Tres horas y cuarto después del comienzo de nuestra visita al museo, concluímos con un café en la cafetería del Balenciaga, ojeando uno de los numerosos libros de moda que allí encontramos.

No lo dudéis. Si tenéis oportunidad, visitar el Balenciaga. No os defraudará.

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